Actualmente estamos en un contexto educativo de educación superior (EEES/EHEA) donde la palabra «competencia» aparece repetidamente: formación en competencias, evaluación de competencias de los estudiantes, competencias a adquirir en determinado Grado o Máster…
Pero, al mismo tiempo, hay muchos docentes/gestores universitarios que reconocen públicamente que esto de las competencias les supera, que no acaban de entender en qué consisten o que no saben como aplicar este «concepto» en el desarrollo de su labor docente (en la creación de guías docentes o la impartición de la asignatura) al servicio del aprendizaje de sus alumnos.
Si trabajas como profesor universitario y tienes claro en qué consiste una «competencia» y eres capaz de diferenciarla de un «objetivo de aprendizje». Es más, eres capaz de formular competencias, evaluarlas e integrarlas en el día a día de tu trabajo como docente (la D de PDIg), no es necesario que sigas leyendo esta entrada (salvo que quieras compartir como comentario cómo lo has conseguido, pues le vendría bien a más de uno).
Yo, con el permiso de los que saben de esas cosas, voy a intentar transmitiros mi visión sobre el asunto. Simplemente soy un usuario del concepto y os contaré cómo vivo/sobrevivo al cambio de paradigma (que en mi caso se inició sobre 1997) acerca del binomio docencia/aprendizaje. Estoy seguro de que algo incorrecto o equivocado habrá en lo que voy a contaros, pues se trata de mi visión particular y no me dedico 100% del tiempo a reflexionar o pensar qué es una competencia o cómo integrarla en la pedagogía de la educación superior. Por lo tanto, no toméis esta entrada como un referente absoluto, sino como algo que igual os ayuda a pensar sobre un tema que os atañe.
Par mí, una competencia es un «saber hacer» complejo contextualizado. Podéis consultar esta referencia para más información al respecto: Fernández March, A. (2010). La evaluación orientada al aprendizaje en un modelo de formación por competencias en la educación universitaria. Revista de Docencia Universitaria, Vol. 8, nº. 1, pp. 11-34.
Si el «saber hacer» es contextualizado, significa que los niveles de competencia adquiridos en un contexto quizás no se mantengan en otros. Por ejemplo, ser competente para conducir un coche en linea recta, no significa que se siga siendo cuando se conduce a alta velocidad en autopista. Del mismo modo, esta última competencia tampoco asegura que se sea competente conduciendo en carreteras estrechas de montaña con curvas y de noche, ni que se sea competente si se pasa a conducir en las islas británicas, si te has formado en continente europeo. Aunque sea insistir sobre lo mismo, pongo otro ejemplo relacionado con una titulación que me apasiona (el Grado en Ingeniero de Organización Industrial): tener la competencia de «dirigir grupos de personas» puede ser muy diferente cuando el contexto son personas que se dedican a ensamblar componentes en una empresa industrial, o cuando se tratan de ingenieros en una empresa consultora, o cuando las personas están molestas con la empresa y no quieren hacer caso a su jefe.
Por otra parte, si las cosas que deben «saber hacer» los estudiantes son complejas, se necesitarán mucha horas para adquirir la competencia. Quizás muchas más que las que se disponen en los ECTS de una asignatura o incluso un curso. Por dar una referencia sacada de una charla reciente de Patricio Montesinos: si consideramos que se pueden establecer 5 niveles de competencia siguiendo el modelo de Dreyfus & Dreyfus (1980), pasar del nivel I (novato) al nivel III (una persona competente en un contexto determinado), puede requerir de un mínimo de 20-30 horas de prácticas, más las hora necesarias para adquirir conocimientos. Pasar a los niveles IV (competente en varios contextos) o V (experto) pueden llegar a requerir 500-1000 horas de prácticas.
Primera conclusión que extraigo de lo expuesto hasta el momento. Las competencias pueden ser más o menos complejas en función del nivel al que queramos que lleguen los alumnos y los contextos en los que queramos que los alumnos sean competentes. Definir una competencia sin hacer explícito estos aspectos, probablemente sea un mal comienzo porque nos deja sin un referente claro sobre el que trabajar.
Otro aspecto que a mi me mareaba bastante es cómo integrar los conceptos de competencia, capacidad, habilidad y objetivo de aprendizaje. Hay personas para las que significan cosas distintas y suelen criticarte cuando formulas una competencia y te dicen «eso no es una competencia es un objetivo de aprendizaje».. y tu te quedas como pensando … si, vale, pero a mi me sirve. Para otras, estos cuatro términos o al menos varios de ellos son sinónimos y describen la competencia como «la capacidad de… » o «la habilidad de…».
Yo no quiero ser muy quisquilloso con los términos. Como yo los uso, las competencias, capacidades y habilidades son tres categorías de complejidad contextualizada, es decir, una especie de matrioskas : una competencia se compone de varias capacidades y estas, a su vez, se concretan en varias habilidades (ver Marin-Garcia et al, 2013)
Los objetivos de aprendizaje son, para mí, la forma de concretar las capacidades y habilidades, estableciendo una meta a lograr. Y el logro de esta meta es posible medirlo de algún modo. Así, si mis estudiantes demuestran que son capaces (si, capaces) de superar los objetivos de aprendizaje relacionados con las capacidades y habilidades que componen una competencia, puedo sentirme razonablemente confiado de que la asignatura les ha servido para construir la parte de la competencia que había decidido trabajar durante el curso. Y si no lo logran, puedo darles orientaciones de qué cosas deben trabajar y, al mismo tiempo, yo puedo reflexionar sobre por qué no lo hemos logrado y, si es necesario, hacer alguna modificación de la asignatura para el curso siguiente.
Al llegar a este punto, donde ya he contado lo que quería contar, me asalta la duda de si habrá servido para algo. Si resultará útil y ayuda a alguien o si, por el contrario, no he hecho más que contribuir con un poco de ruido a la confusión sobre estos temas.
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