¿Quo vadis Sexenios?

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Igual me equivoco. Mi sensación es que los sexenios actuales, al menos en el campo donde está mi área de conocimiento, están mandando este mensaje:

“Si no eres capaz de publicar en una revista de muy alto nivel (no que realices una investigación de muy alto nivel) 5 veces en 6 años (o en una de altísimo nivel 3 veces en 6 años), deja de investigar y dedícate solo a impartir docencia”

En otra entrada de mi blog explico que, en mi caso, impartir 32 créditos (320 horas de clase presencial) implican 1500 horas de trabajo. Obviamente esta estimación es si lo haces bien: te documentas; actualizas contenidos, casos y actividades; haces evaluación formativa dando feedback y feedforward a los estudiantes (bien individual, bien colectivamente); etc.
Con 32 créditos queda muy poco margen para hacer una investigación potente. O si lo prefieres, es probable que el esfuerzo de tu investigación drene tu docencia, que se resentirá drásticamente.

Esto me crea confusión y no tengo clara cuál es la finalidad o función de los sexenios en el panorama de la investigación en España. Siempre había creído que eran un complemento retributivo. Me basaba en las batallitas que me contaron los más viejos del lugar (aquellos que vivieron en primera persona la publicación del BOE que creaba los sexenios) y tras leer los BOE fundacionales de los sexenios.

Sin embargo la utilización que se hace de los mismos actualmente me parece que encaja más con un premio competitivo de excelencia. Obviamente, las personas solicitantes no compiten con otras solicitantes. No hay un cupo de sexenios a conceder en cada convocatoria. Pero sí se compite por los escasos huecos para colocar un artículo en una revista puntera. O por conseguir ser citado, que también son unos huecos limitados (algunas revistas, o algunos revisores, imponen límites al numero de citas. Yo creo que se equivocan, pero ahí están, entre las revistas que acumulan mayor número de citas). Esta competición es contra otras personas que investigan en todo el mundo y se basa en posiciones o ránking o estadística de distribución de citas por artículo.

Por lo tanto, se me ocurren dos posibles funciones que podrían estar en la base de los sexenios. Quizás haya más, pero ahora sólo se me ocurren estas dos (y como veréis es difícil que puedan cumplir ambas, porque el modo de ponerlos en marcha es radicalmente diferente dependiendo de la función que quieres que cumplan):

A) Sexenios es una herramienta de motivación del personal docente e investigador de las universidades españolas, y puede servir, además, como una comprobación rápida de que el trabajo de investigación de 6 años es “digno”. En ese caso, es necesario: a) fijar el norte de qué es lo que se quiere potenciar y b) poner un conjunto de métricas alineadas con ese objetivo (lo que se considera un trabajo digno). En este caso, los indicadores deben ser objetivos, predecibles y fijos antes de que la persona haga la investigación. Si se cambian, deben mantenerse las dos “métricas” durante 6 años y usar la que más favorezca a la persona solicitante en ese periodo. El sistema debería ser transparente, sencillo de entender y totalmente automatizable. Se puede hacer un simulador pues, en esencia, la concesión es una decisión totalmente programada y no debe haber sorpresas, ni ambigüedades. Lo que se busca es motivar y crear pasión en un conjunto amplio de personas (miles en total, cientos en cada comisión). No se busca cabrearlas, ni frustarlas, ni ansiarlas. Si se usan evaluadores humanos con criterios subjetivos es sólo para valorar reclamaciones o para casos poco comunes.

B) Sexenios es una evaluación de la calidad de la investigación de la persona solicitante, con un criterio fundamentalmente de excelencia. Aquí encaja mucho una evaluación diversa y rica. En línea con DORA, usando un panel de expertos que pueden valorar, cualitativamente, CADA aportación de CADA solicitante y su historial en el periodo evaluado. Siempre será una evaluación impredecible (aunque sea transparente) porque se basa en juicios humanos (no algoritmos). No tengo claro si, el volumen de solicitudes permite este tipo de evaluación (no es solo que aumeten recursos, si lo hacen hay que alinear criterios de todavía más evaluadores para que no haya agravios comparativos). Tampoco sé si, en este caso B, sería aceptable establecer las métricas y los niveles “a posteriori” (cambiarlos cuando la persona solicitante ya ha realizado su investigación). Desde luego, sera mucho menos dañino que en el caso A) (motivación). Porque se asume que la excelencia es una competición con unas expectativas diferentes a la de la motivación de la fuerza laboral.

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