¿La adaptación a la docencia COVID a coste cero? (changeover time para la docencia COVID y su efecto en la capacidad)

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Soy consciente de que cualquier reflexión basada en una auto-etnografía no se puede generalizar ni considerarse representativa de nada. Simplemente manifiesta una situación que se da en un contexto determinado y puede dar juego a una nueva forma de pensar o abordar los problemas. Hecha esta apreciación, que creo que es importante, os voy a contar mi experiencia con las formas de impartición de docencia universitaria que se ha puesto de moda debido a la continuidad de la pandemia COVID-19.

Supongo que ya sabrás que se han planteado varios tipos de «escenarios» docentes para las sesiones de aula o laboratorio o evaluación (las tutorias, al menos en todos los casos que conozco, se han pasado a remoto síncrono individualizado):

  1. Presencialidad capada: todo el alumnado está presente en el aula sincronamente y físicamente. Pero a cambio hay muchas cosas que no está permitido hace. No solo es que tengas que llevar mascarillas, hay muchas dinámicas que no se pueden hacer, o no se pueden hacer exactamente igual o con los mismos materiales, que se hacían en una presencialidad «normal»
  2. Remoto síncrono: todo el alumnado se conectan en remoto, pero de manera síncrona. No hay ninguna persona en presencia física del profesorado. El profesorado emite (ya sea desde un aula vacía o un despacho) y el alumnado puede estar solo o compartir un espacio físico con dos o más compañeros-as (en el extremo, todo el alumnado junto y el profesor en remoto).
  3. Remoto asíncrono: todas el alumnado consume los recursos didácticos y realizan las actividades de manera remota, en el tiempo y lugar que mejor le conviene a cada uno sin interacción directa con el profesorado (que puede resolver dudas o aclaraciones en chats, foros, o tutorías síncronas solicitadas a demanda)
  4. Síncrono dual: parte del alumnado están físicamente en el aula CON EL PROFESORADO y otra parte se conecta en remoto de manera síncrona. Que haya alumnado y profesorado juntos en el aula es importante porque si no, estaríamos en un caso particular de remoto síncrono. Ambos grupos de alumnos-as comparten la posibilidad (y las expectativas) de ser atendidos y poder participar/intervenir de manera síncrona durante la sesión, independientemente de si están físicamente presentes o en remoto (ninguno debe considerarse un mero observador o participante de segunda clase).

Para el tipo de docencia que yo hago y los objetivos de aprendizaje que incluyo en mis asignaturas no hay más opciones posibles. La presencialidad «normal» está descartada y otras opciones como la docencia inversa (blended, flip) no es más que una SECUENCIA juiciosamente elegida de síncrono (en cualquier formato) y asíncrono. No se solapan, se alternan para aprovechar lo mejor de cada opción en función de los objetivos de aprendizaje y las restricciones del momento. Me resisto a usar el término docencia híbrida (hybrid learning) pues creo que cada uno entiende y usa este término de modo diferente. Para algunos no es más que un sinónimo de blended (https://sites.psu.edu/hybridlearning/what-is-hybrid/). Para otros, parece que es sinónimo de lo que yo he llamado síncrono dual (https://www.owllabs.com/blog/hybrid-learning y otras muchas páginas que podéis encontrar si buscáis en google). Pero cuando lees con detalle lo que ponen aparecen incongruencias, porque empiezan definiendo una cosa (síncrono dual), pero cuando te explican como aplicarlo, en el fondo, están hablando de un blended (donde separas qué parte de los objetivos trabajas en presencial y qué parte trabajas en remoto síncrono o asíncrono).

Os he comentado que no hay más opciones, pero tampoco hay menos. Para mi cada una de las cuatro modalidades tiene unos condicionantes que hace que no pueda utilizar un diseño de sesión preparado para una modalidad cuando me obligan a cambiar de modalidad (cada modo de impartición tiene unos tiempos de cambio). Ninguna de ellas es absolutamente mejor que las otras. Todas tienen ventajas e inconvenientes. Una presencialidad capada impide hacer muchas dinámicas que impliquen compartir objetos o fomenten el contacto entre personas, pero mantiene parte del espíritu de la docencia presencial y la posibilidad de networking entre el alumnado.

La aplicación que disponemos para remoto en mi universidad (Microsoft Teams) funciona muy bien para trabajar en un solo grupo durante toda la sesión. Pero  es tremendamente limitada a la hora de crear subgrupos en una sesión o tener que moverte entre grupos o recursos. Además, estar con la mirada fija en la pantalla durante muchas horas al día puede ser agotador para algunas personas. También se pierde mucho lenguaje no verbal y todas las tareas se hacen más lentas (he estimado que hay que invertir en torno a un 25%-30% más de tiempo debido a las ineficiencias de comunicación remota). Sin embargo, el remoto síncrono evita desplazamientos y permite un entorno con cierta riqueza para el aprendizaje aunque haya confinamientos preventivos o cuarentenas.

El remoto asíncrono tiene la pega de estar enlatado y parecer más frío y carecer del feedback inmediato. También exige una barbaridad de horas en la preparación de los materiales y el diseño del flujo de aprendizaje. Sin embargo, es muy robusto (no dependes de fallos puntuales de conexión o tecnología), permite tener un entorno estable, predecible y equitativo (todo el alumnado tiene garantizada exactamente la misma experiencia de aprendizaje aunque no disponga de muchos recursos). También permite mucha flexibilidad al alumnado para compaginar con otras restricciones personales (de horario o de compartir ordenadores con otras personas del núcleo familiar).

En cuanto al síncrono dual, no he sido capaz de encontrarle ninguna ventaja ( y eso que no es nuevo para mi. Ya lo experimenté hace tres años en una situación privilegiada: pocos alumnos, mucha tecnología, personal de apoyo para trazar el chat… tiempo para preparar las cosas. El alumnado rechazo esa modalidad por considerarla muchísimo peor que otras opciones). Creo que al juntar el presencial y el remoto, a la vez, solo consigue aumentar los inconvenientes de cada uno pero no aporta ninguna ventaja a ninguna de esas dos modalidades. Obviamente, si a los que están en clase les das una sesión adaptada a presencial y a los que están en casa les pones tareas asíncronas (para no tener que estar pendiente de ellos durante la sesión) y luego juntas a ambos en los 30 minutos finales para hacer una sesión de dudas y preguntas, realmente lo único que haces dual son esos 30 minutos. La pega es que tienes que invertir tiempo en diseñarlo dos veces todo el resto de la sesión (para el presencial y para el asincrono).

Ya os he dicho que esto es una reflexión auto-etnográfica. Quizás os choque tanta «inflexibilidad» por mi parte o que diseñe para una modalidad equivocada de impartición. Pero esa es mi realidad. En primer lugar he decidido (desde hace 20 años) que no voy a impartir «conferencias» en mis sesiones. No tengo nada en contra de las conferencias (lectures o lecciones magistrales), me encanta asistir a algunas de ellas y, en entornos distintos a mi encargo docente, suelo impartir conferencias en las que disfruto mucho (y quiero pensar que las personas que asisten también disfrutan). Sin embargo, para el encargo docente que tengo en mi universidad llegué hace tiempo a la conclusión de que podía grabar mis conferencias en video sin que se perdiera mucho de su esencia, y así poder invertir el tiempo de las sesiones en otras tareas que potenciaran aún más el aprendizaje del alumnado. Es decir usaba blended learning mucho antes de saber que eso tenía un nombre. Y lo sigo usando y creo que es un pilar esencial en mi docencia.

En segundo lugar, en mi universidad es imposible saber qué tipo de modalidad de impartición tenemos que seguir cada semana (a veces cada día). No es algo que pueda decidir yo libremente. El modo en que tengo que «entregar» las sesiones está marcado por la dirección del centro. Y nos informan con unos días (cuando hay suerte) o unas horas de antelación. Por ejemplo, si una persona entra en cuarentena forzosa y avisa 10 minutos antes de la sesión de clase, esa clase se debe impartir en modalidad síncrona dual. O si se decide cerrar toda la universidad al alumnado durante dos semanas, entonces se debe pasar forzosamente a remoto síncrono. Mi universidad ha decidido que no podemos optar por remoto asíncrono bajo ninguna circunstancia -salvo alguna excepción justificada para prácticas de laboratorio informático-. De hecho, estamos obligados a usar aplicaciones de control de asistencia (que en el fondo es un control para comprobar que estamos «delante» del alumnado las x horas que por POD debemos estar «delante» de ellos-as).

Obviamente una opción de protegerse contra esa «sorpresa» es diseñar las sesiones de clase por cuadruplicado (un diseño para cada modo de instrucción, de modo que puedo usar el que toque en función de la necesidad de cada día). Pero eso tiene un coste en horas de preparación tremendo. Desde hace muchos años llevo un seguimiento de todo el tiempo que invierto en mi trabajo (al principio me diseñé una base de datos, desde hace años uso la aplicación Jira-Client para hacer el seguimiento de horas y tareas). De modo que puedo ofreceros unos datos fiables de lo que a mi me cuesta adaptar las sesiones de clase. Los datos que os presento son los que he recogido y procesado desde junio hasta hoy. En este periodo he tenido que adaptar sesiones de clase que ya tenia creadas para presencial «normal» (no son nuevas clases, es algo que ya tenía montado y probado) para ajustarlas a los cuatro modelos de instrucción. La cifras son por cada hora de clase impartida:

  • En un curso normal (sin tener que cambiar el modo de impartición) suelo dedicar una media hora de trabajo por cada hora de clase presencial impartida para actualizar el contenido de la sesión (pulir cosas, actualizar dinámicas o información a presentar).
  • Adaptar mis sesiones presenciales normales a presencial capada (porque casi todo el tiempo es un taller con dinámicas y ninguna la puedo usar tal cual con limitacones covid): 4 horas por cada hora de clase
  • Adaptar las sesiones presenciales normales a Remoto síncrono (la adpatación es más costosa que en presencial capada porque planificar un taller interactivo en remoto tiene más difícultad): 5 horas por hora de clase
  • Adaptar una sesión presencial capada a remota síncrona (es ms rápido que desde una presencial normal porque ya he intentado que sean robustas, sin embargo hay que trasladar actividades a la «nube» y crear formularos online y otras formas de entrega de los resultados de grupo): 2,5 horas por hora de clase
  • Transformar de presencial normal a asíncrono creando videos, actividades en linea y documentos de apoyo (pdf, paginas web, agregadores de contenidos…). Son muchas horas porque no puedes rectificar, todo el material tiene que estar bien acabado y pulido puesto que no vas a recibir feedback instantáneo del alumnado. 25 horas por «hora neta». En principio hay que considerar que al alumno le suele costar el triple el procesar los materiales síncrono. Es decir, un video de 10 minutos suele costarle al alumno 3o minutos de trabajo -si quiere aprender- y lo mismo se puede decir de los pdfs. Tienen que hacer tres pasadas sobre el material:  1ª vez para conocer, 2° para comprender y una 3° para aplicación. Esto significa que si tu clase presencial normal era de 6 horas, en asincrono se compacta en «2 horas netas» (dicho de otro modo, una sesión de 6 horas presencial movida a asincrono me cuesta 50-60 horas de trabajo)
  • ¿Cuanto costaría adaptar a síncrono dual? no lo se con certeza. Es el único escenario que no he probado y solo puedo hacer especulaciones. He tenido que impartir en síncrono dual solo una clase y me avisaron con 4 horas de antelación. Por lo tanto, no fue una adaptación. Hice lo que pude en 4 horas para preparar una sesión de 1,5 horas, a partir de los materiales ya adaptados a presencial capada (llevaba 6 horas invertidas para tener una buena sesión presencia capada). Y el resultado fue un auténtico desastre. De modo que ya se que ese tiempo no es suficiente. Mi estimación es que me costaría unas 7-8 horas por cada hora de clase a adaptar. Porque tengo que planificar una secuencia atractiva para las personas que están en clase y que sea compatible con una secuencia atractiva para las que están en remoto (con instrucciones mucho más específicas y ejemplos de como encontrar o usar cada uno de los recursos o plataformas -pues no puede tener esperando a los presenciales para explicar a uno remoto como se conecta VPN al servidor de mi universidad, por ejemplo-). Luego debo fusionar ambos flujos para que coincidan en el tiempo para escuchar mis exposiciones o las puestas en común y pensar el modo de hacerlo para que quede fluido en las dos modalidades (cuando es evidente que, para la misma tarea de grupo, las personas en remoto van a tardar un 25%-30% más de tiempo). Además del problema añadido de como creo grupos con alumnos remotos, cuando no me dicen con antelación quien estará en remoto o quien vendrá a clase, ni si van a estar conectados o van a optar por dejar colgados a sus compañeros-as a mitad de las reuniones.

¿Es posible dar una docencia de calidad en entorno COVID? Si, sin duda. No tenemos una limitación tecnológica (y, en mi caso, tampoco de experiencia con diferentes plataformas) como para acompañar al alumnado en su proceso de aprendizaje con total garantías.Es solo cuestión de tiempo de preparación. Mucho tiempo. Y, por lo menos en mi caso, no es posible cambiar de un modo a otro sin volver a gastar tiempo. Cualquier persona que se dedica a gestión de operaciones sabe que no puedes programar la entrega de un servicio sin tener en cuenta los tiempos de cambio pues condicionan completamente la capacidad de tus recursos.

El problema, para mi (con clases los lunes y los martes, más algún jueves o viernes), es que en junio te digan que las clases van a ser todas presenciales capadas y que diseñes tu docencia para ese escenario, que si cambia ya te avisarán. Que en septiembre te confirme que será presencial. Que el viernes de la segunda semana de clase te digan que se vuelve a confirmar la docencia presencial, que el domingo te veas en la web que la docencia pasa a remoto hasta nuevo aviso. Que dos semanas después, el viernes te digan que se retoma el presencial capada, pero el lunes a las 12:00 te digan que la clase que tienes a las 16:00 tendrá a la mitad de los alumnos en remoto y la otra mitad en presencial…

Todos sabíamos en junio que este curso iba a ser así. Yo, al menos, tenía la absoluta certeza de que las cosas serían de este modo -o peor- y así lo transmití en todas las reuniones y órganos en los que estuve presente: comisiones académicas de titulo, consejos de departamento, comisiones de centro  y comisiones de calidad docente de la universidad. Hubiese agradecido que me dejaran cerrar un modo de impartición robusto y a prueba de COVID.

De este modo hubiera aplicado el proceso que describía aquí, inspirado en SMED . Ya tenía desplegado todos mis objetivos de aprendizaje en base a su viabilidad y coste de adaptación, había separado las actividades internas y externas y el resulatado era un blended con un 80% asíncrono y hubiera dejado un 20% para actividades síncronas -presenciales si lo permitían las circunstancias o remoto sincrono- y reforzado las tutorías a demanda semanales con el alumnado. Es cierto que se pierde aprendizaje si se compara este esquema con una presencialidad normal o incluso una presencialidad capada. Pero comparado con el desbarajuste de un síncrono dual, se hubiera ganado no solo aprendizaje, sino también en tranquilidad.

PD: arquetipos de modelos de docencia según UNESCO&mcKinsey(2020 june)COVID-19 response – Hybrid learning as a key element in ensuring continued learning 373767eng.pdf

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